El RESPETO (mutuo) como valor fundamental
En el JUDO como en otras disciplinas del BUDO (artes marciales japonesas) se busca, a través de su práctica, la formación integral de las personas, inculcando valores que rijan su comportamiento no solamente en el ámbito del DOJO, sino también en la vida diaria.
Por ello, en el JUDO, no basta solamente con el cumplimiento estricto de las reglas de combate y de los principios del juego limpio, sino que el JUDOKA debe cumplir un código de conducta que rija su comportamiento de su vida en la sociedad.
Aunque el JUDO es una disciplina individual, el entrenamiento es una actividad eminentemente colectiva donde resulta muy importante contar con buenos compañeros para el desarrollo como JUDOKA.
Por consiguiente, el respeto (mutuo) es el valor fundamental que debe regir el comportamiento del JUDOKA del que derivan otros valores tan importantes como lo son la solidaridad y la humildad (si somos respetuosos, seguramente seremos también solidarios y humildes).
Es función (casi una obligación) de los instructores y de los practicantes avanzados transmitir estos valores a los principiantes y practicantes menos avanzados, y debe hacerlo más que nada desde lo actitudinal (el ejemplo) que con las palabras.
A continuación, se dan a conocer algunos ejemplos de conductas basadas en el respeto como valor fundamental:
Por tratarse de una disciplina de contacto, la higiene personal (incluyendo la pulcritud del judogi) debe ser una regla elemental.
Colaborar en la limpieza y el mantenimiento del DOJO es otra regla elemental a cumplir (aunque se trate de un DOJO privado, público o de un club), a fin de posibilitar una práctica más cómoda y segura.
La puntualidad debe ser otra regla elemental que debe ser cumplida por todos los practicantes, especialmente para el inicio del entrenamiento.
Los instructores y practicantes más avanzados deben destinar un tiempo de entrenamiento para practicar con los principiantes y practicantes menos avanzados y debe hacerlo cuidándolos e instruyéndolos (Se debe considerar que la práctica con cualquier tipo de compañeros debe ser algo que contribuye a nuestro desarrollo (y nunca una pérdida de tiempo). Para ello, debemos crear nuestras propias dificultades, como ser, no oponer ninguna resistencia física, practicar técnicas y combinaciones que necesitemos perfeccionar, aplicar técnicas del lado menos habitual (de izquierda, si somos diestros y viceversa), etc.).
El mismo cuidado debemos tener cuando practicamos con quienes los aventajamos físicamente, como niños, mujeres, compañeros mayores y compañeros a los que superamos ampliamente en peso.
Así como debemos practicar con los principiantes y los menos avanzados (lo que permite elevar el piso), debemos también contribuir con el entrenamiento de los más avanzados o los representantes “más promisorios” del DOJO, cumpliendo incluso el papel de “sparrings” e incrementándoles la exigencia del entrenamiento, de modo que estos practicantes puedan desarrollarse en forma más eficiente (elevar el techo). Esto también servirá para el desarrollo de los practicantes menos avanzados, siempre que el entrenamiento no esté enfocado solamente hacia los más avanzados.
Cuando existe alguna limitación de espacio en el DOJO, cada practicante debe ser solidario y autoregular el tiempo de uso del espacio. Lo importante es que el tiempo que no utiliza el espacio de práctica no se convierta en un “tiempo muerto” y que pueda aprovecharlo para realizar distintos ejercicios, sombra, uchikomi, etc. en los espacios marginales.
En esta nota se ha obviado deliberadamente la referencia a la relación SENSEI – discípulo, dado que se consideró que amerita un análisis más profundo, incluyendo las diferencias en los contextos sociales y culturales de oriente y occidente para lo cual el autor no se siente suficientemente capacitado. Lo único que podría destacar es la importancia de manejar con cuidado, por parte del instructor, el vínculo de confianza y fidelidad (a veces, devoción) que suelen establecer algunos niños o adolescentes con su instructor.
A continuación, se realizan algunas reflexiones sobre temas que tienen que ver también con el clima de respeto que debemos fomentar en los DOJO.
Intercambio con otros DOJO
El intercambio con otros DOJO, o sea, visitar otros DOJO o ser visitados por miembros de otros DOJO es algo muy importante para el desarrollo de los practicantes, ya que permite diversificar los compañeros de práctica, conocer nuevas modalidades de entrenamiento, medir o comparar el nivel alcanzado, etc.
Para ello, es conveniente que las visitas sean coordinadas con antelación entre los instructores (para que “una visita imprevista” no termine alterando el ritmo normal de una práctica) y que no sea una iniciativa individual o de un grupo menor llevado a cabo sin el conocimiento de los instructores.
Al visitar o al ser visitados, debemos prestar especial cuidado al comportamiento basado en el respeto, ya que se está exponiendo a integrantes de otros DOJO los valores que rigen en el nuestro (lo que es tan o más importante que el nivel técnico en el JUDO).
Para ello es importante tratar con cuidado a quienes aventajamos física o técnicamente y no alterar el ritmo de trabajo habitual del DOJO visitado. Un “pecado capital” que se debe evitar, de cualquier forma, es incomodar (y mucho menos “humillar”) al instructor a cargo del DOJO visitado o del que nos visita.
El pase de un practicante a otro DOJO
El pase de un practicante de un DOJO a otro es algo normal y no debería ser frustrante o traumático para el instructor, siempre que sea manejado con prolijidad.
Si bien los instructores, en general, tratan de satisfacer las distintas inquietudes con las que un principiante se acerca al JUDO, pero, resulta inevitable que, de acuerdo al grupo que se vaya constituyendo, se forme también una tendencia predominante en modalidad de la práctica (por ejemplo, más o menos competitivo, más juvenil o estudiantil, o más social) y que un practicante decida cambiar hacia un DOJO que se adapta mejor a sus inquietudes.
Lo ideal (aunque algo difícil para el practicante) sería que el practicante que desee cambiar de DOJO, pueda tratarlo o avisar al instructor sobre su intención de cambiar de DOJO y que el instructor lo acepte sin resistencia (para lo cual es importante que se haya forjado una relación de respeto y confianza mutua).
Si hubiera una deserción pronunciada, sería oportuno que el instructor conjuntamente con los practicantes más avanzados analice los motivos de tal deserción, con el fin de realizar los ajustes necesarios para minimizar la deserción.
Cuando surge un practicante con un potencial sobresaliente como competidor que tenga condiciones y aspiraciones para seguir una carrera en la alta competencia, el instructor debe determinar conjuntamente con su discípulo el momento oportuno para que mejorar el entrenamiento tanto en lo cualitativo, como en lo cuantitativo. Y, de considerarse necesario, se debería elegir otros lugares de entrenamiento y otros entrenadores, en concordancia al nivel alcanzado por el competidor, contemplando las limitaciones propias del instructor y del DOJO (Aquí, el instructor debe ser lo suficientemente generoso como para “dejar volar” a su discípulo promisorio).